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Síntesis temática

 El 11 de Marzo de 2011 un tsunami azotó Japón provocando efectos devastadores, principalmente en la zona este que costea al océano Pacífico. Allí donde se halla la más alta concentración poblacional y de infraestructura, los efectos del tsunami se magnificaron provocando destrucción material, miles de muertes y desapariciones de personas. En este contexto, tres de los cuatro reactores nucleares que funcionaban en la central Fukushima Daiichi propietaria de la empresa Tokio Electric Power Company” (Tepco), explotaron provocando escapes radiactivos al ambiente, intensificando así la situación de desastre que ya había desatado el tsunami.

La expansión de la nube radiactiva emitida por la explosión de los reactores, tornó inhabitable la zona de 20 a 30 km de radio alrededor de la central nuclear debido a la contaminación con radiactividad. Esta situación derivó en la evacuación inmediata de 140.000 personas con el consecuente desarraigo familiar y laboral. Mientras tanto, otras miles permanecieron habitando en áreas contaminadas por la radiación. Aún hoy, las personas afectadas esperan volver a sus hogares en un contexto de incertidumbre sobre el posible regreso y sobre el destino de su situación laboral y socioeconómica.

En febrero del año 2012, las autoridades japonesas certificaron 573 muertes relacionadas con la catástrofe nuclear. Más allá de que los niveles de radiación en Fukuyima no eran suficientes para producir muertes inmediatas, sus consecuencias en el desarrollo de enfermedades como el cáncer o malformaciones genéticas, pueden aparecer en el corto o largo plazo.

La explosión de los reactores nucleares en Fukuyima puso una vez más de relieve la tensión existente entre la racionalidad técnico-económica que estructura y da sentido a los procesos de producción de energía nuclear y la necesidad de implementar una verdadera alternativa de producción energética basada en una racionalidad más acorde al cuidado ambiental y la salud humana. La energía nuclear se erige en los discursos hegemónicos como una alternativa favorable a la reducción de concentración de CO2 en el ambiente reemplazando a las fuentes de energías fósiles, sin embargo, este paradigma productivo conlleva peligros en su estructura y dinámica funcional. Las catástrofes de Three Mile Island de 1979 y Chernobyl en 1986 constituyen antecedentes que comprueban su potencialidad catastrófica.

Efectivamente, los reactores nucleares contienen cantidades masivas de radiactividad en su interior producida por la fusión atómica de minerales como el uranio y el plutonio. Esta característica fundamental de la producción de energía nuclear convive con los escasos controles existentes sobre el funcionamiento de las instalaciones industriales y las imprevisiones de las normas de seguridad consecuentes de la desregulación estatal y el creciente control privado sobre los procesos industriales, que en este caso, están guiados por una lógica economicista que privilegia el incremento de los márgenes de ganancias.

Los costos que conlleva adecuar los procesos industriales a una mayor seguridad en el funcionamiento de las centrales nucleares y como consecuencia, a una reducción de la amenaza tecnológica, son externalizados provocando impactos ambientales como la contaminación radiactiva y contribuyen en forma deliberada a un incremento del riesgo nuclear a través de las fallas y errores que surgen en los procesos tecnológicos producto de la falta de control y supervisión.

De acuerdo a lo planteado anteriormente, se puede enmarcar la problemática del desastre de Fukuyima, en el análisis de los factores que intervinieron en la construcción social del riesgo y que favorecieron la ocurrencia del evento tecnológico detonante, en este caso, la explosión de los reactores nucleares. Factores como la vulnerabilidad social y la peligrosidad resultan elementos clave para la comprensión de las causas del desastre y contribuyen a la posibilidad de superar la visión que asoció las causas de la catástrofe nuclear de Fukuyima únicamente a la acción del tsunami que lo precedió.

A un año del desastre nuclear, un documento elaborado por una comisión de investigadores independientes de Japón integrada por expertos y académicos, puso en cuestión la idea de centrar en el tsunami las razones fundamentales de la explosión de los reactores nucleares y por ende de la catástrofe nuclear. A través del proceso de investigación constataron irregularidades en el funcionamiento de la central Daiichi, responsabilizando a los organismos públicos de seguridad nuclear y a la compañía japonesa Terco - propietaria de la planta- ya que estaban a cargo del control del funcionamiento de los reactores. En este documento se pone énfasis en los “errores humanos” principalmente en aquellos relacionados con la falta de preparación de la planta ante un eventual tsunami, las fallas en el funcionamiento de los sistemas de refrigeración de los reactores y a las deficiencias en los sistemas de emergencia que provocaron confusión en el momento de evacuar a la población. En síntesis, en este documento se apunta tanto a la falta de control por parte del gobierno japonés como a las irregularidades que asumió la supervisión de Tepco, arguyéndose que ésta corporación privilegió el lucro y las ganancias económicas por sobre la seguridad de la población.

Estos factores constituyentes de un incremento de la amenaza tecnológica, se suman a la situación de vulnerabilidad social caracterizada en este caso por la exposición de la población, su desconocimiento sobre el peligro nuclear, la situación de crisis provocada por los efectos del tsunami y las deficiencias sociales e infraestructurales para responder al fenómeno de la fuga radiactiva, conformando de este modo, una situación de riesgo social propenso al desastre.

Desde la perspectiva del riesgo -y atendiendo a los factores constituyentes: amenaza y vulnerabilidad-, cualquier evento tecnológico favorecido por una falla técnica del proceso productivo o por la acción de un fenómeno natural, puede constituir el detonante de un desastre, pero lejos de hallar sus causas en el evento mismo, los desastres son el resultado de un proceso social complejo en el que intervienen además, determinados grupos sociales guiados por intereses y racionalidades. En este caso, la producción de energía nuclear guiada por una racionalidad economicista, carente de control y supervisión gubernamental fueron factores claves a tener en cuenta en el análisis de esta problemática.